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domingo, 7 de mayo de 2023

Cómo afecta el VIH al sistema inmunitario

El VIH y su influencia en la inmunidad celular

       Antes de entrar en detalles, es pertinente explicar que un virus es una partícula microscópica acelular muy sencilla formada por un ácido nucleico (puede ser ADN o ARN, pero nunca ambos simultáneamente) encerrado en una cubierta proteica llamada cápsida, la cual, a su vez, puede hallarse dentro de una envoltura membranosa que obtienen estos agentes patógenos de la membrana de las células que parasitan. Cabe destacar que los virus no son seres vivos, puesto que no realizan la función de nutrición y se reproducen a costa de las células que infectan. Estas partículas se encuentran inertes cuando están fuera de la célula, y es en esta etapa que se les denomina viriones.




    Dicho esto, se puede comenzar con la explicación mencionando que el VIH pertenece a la familia de los retrovirus, lo que quiere decir que su material genético es ARN y presentan la enzima transcriptasa inversa, a partir de la cual sintetizan cadenas de ADN empleando como molde su propio genoma. Las dos hebras que produzca, las cuales serán complementarias la una de la otra y formarán un ADN bicatenario, serán integradas en el material genético de la célula huésped.

    El virus del VIH está compuesto por un genoma de ARN englobado en una cápsida icosaédrica, que está contenida a su vez en una envoltura membranosa. Además, la cápsida encierra las enzimas proteasa, integrasa y transcriptasa inversa.

    Este virus solo puede parasitar a los linfocitos T colaboradores, dado que solo ellos presentan la proteína CD4 en sus membranas, la cual es utilizada por estas partículas infecciosas como punto de anclaje a la célula. Luego de haberse unido a este receptor, el virus del VIH fusiona su envoltura membranosa con la del glóbulo blanco. Una vez en el citoplasma, la cápsida libera el genoma del virus al medio acuoso y la transcriptasa inversa induce a la creación de ADN monocatenario complementario a las hebras de ARN del patógeno. A partir de la hebra de ADN nueva se crea una complementaria a la misma, y, una vez que se obtiene una molécula de ácido desoxirribonucleico bicatenaria, esta se transfiere al núcleo, donde será introducida en el material genético de la célula por la integrasa. Las enzimas del linfocito huésped transcriben, pues, el ARN del VIH y este sale del núcleo celular al citoplasma, donde será leído por los ribosomas del leucocito y se sintetizarán proteínas virales. Posteriormente, se ensamblarán los virus nuevos, los cuales saldrán de la célula por gemación, llevando con ellos parte de la membrana plasmática mientras lo hacen.




    Al comienzo de la infección, se da una respuesta inmunológica intensa que se caracteriza por la gran producción de anticuerpos y por la destrucción de muchos virus y de las células infectadas por parte de los linfocitos T citotóxicos. Pero no se erradican por completo las partículas infecciosas del organismo y las que no fueron erradicadas infectan a los linfocitos T colaboradores. Los virus se replican y disminuye la cantidad de linfocitos T colaboradores porque son destruidos. Estos son los responsables de activar a los linfocitos B, por lo que la inmunidad celular se tornará mucho más débil y podrán aparecer en el paciente tumores e infecciones oportunistas de microorganismos que no suponen ningún daño para aquellos que tengan un sistema inmune sano. La etapa más grave de la infección es la aparición del síndrome de inmunodeficiencia adquirida o SIDA.




    Este virus se transmite de varias formas. Una de ellas es la transmisión por vía sanguínea, es decir, que, una persona sana puede infectarse si una herida suya entra en contacto con la sangre de un individuo infectado. Esto puede pasar en el caso de compartir utensilios como cepillos de dientes, jeringas y agujas de tatuar, e, incluso, mediante transfusiones de sangre procedente de una persona enferma del virus. Otra manera de transmisión son las relaciones sexuales con una persona infectada, puesto que el virus se encuentra también en el semen y las secreciones vaginales. Asimismo, se puede transmitir de madres a hijos durante la gestación, dado que el VIH puede atravesar la placenta e infiltrarse en la sangre del feto.


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